"Una boda íntima pero muy guay"

Así fue nuestra boda: una ceremonia íntima, sin pretensiones, rodeados de los que realmente importan (sí, la familia más cercana, esos que no te da pereza invitar). ¿El escenario? Un jardín pequeñito, pero encantador, que olía más a emociones que a flores. No hacía falta más. Todo lleno de lagrimillas, pero de las buenas, de las que no arruinan el maquillaje, y risas de las que hacen eco porque, claro, la atmósfera familiar lo permitía. No había posturas ni protocolos incómodos, solo gente siendo gente.

 

Yo me planté un vestido que obviamente diseñé yo misma. Inspiración de los años 20, porque ¿quién no adora un buen vintage? Era único, como yo. Javi, el novio, iba a lo suyo: clásico, sobrio, como quien no necesita demostrar nada. Cada detalle fue pensado al milímetro, desde la decoración (sutil pero con clase) hasta el menú, creado exclusivamente para nosotros, como debe ser. Ah, y los recuerdos, personalizados y hechos a mano, porque lo de regalar cualquier cosa de AliExpress ya es muy 2019.

 

¿Lecciones? Que una boda íntima no es menos boda. De hecho, puede ser lo mejor: sin ruido, sin extras, solo tú, los tuyos y un día para recordar sin guiones forzados.

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